Hoy he leído un artículo interesantísimo sobre la búsqueda del éxito, pero no de forma autónoma y libre, sino de la que buscan los padres para sus hijos a través de la mejor educación, entendida esta desde la búsqueda del colegio más elitista, que ofrezca el mejor programa de estudios y que, además, garantice a los pequeños el codearse con los futuros líderes y clase alta del panorama nacional y, porqué no, también internacional…
Y yo me pregunto, ¿realmente esto es el éxito?¿de quién depende determinar si he conseguido el éxito en mi vida? Al igual que en otras muchas cosas, en el ámbito de la educación los padres, desde el amor, queremos ofrecer “lo mejor” a nuestros hijos, pero, ¿hasta qué punto estamos generando un entorno cerrado para la creatividad? Un niño o una niña, tienen derecho a sentirse libres, a tener capacidad de elección. Y no digo con esto que tengan criterio suficiente con 3 años como para elegir un colegio, pero sí para que, dentro de que seamos los padres los electores, con el tiempo les acompañemos en el proceso de aprender qué es lo mejor para uno mismo; y aquí la pregunta que me surge es tan sencilla como: “¿cariño, qué quieres ser de mayor?” ó “¿qué haces con lo que realmente disfrutas y te sientes bien?”
No dudo de que los colegios de élite ofrecen un programa académico excelente, así como establecen un criterio fantástico de admisiones que “invita” ya desde la primera instancia a competir por una plaza, ¿qué le estás mostrando a tu hijo?¿cuál es el mensaje cuando nos ven frustrados por no haber conseguido lo que queremos?
Ahora voy a hablar en primera persona, como hija y como madre. Como hija, agradezco el esfuerzo de mis padres, yo no tuve una educación de élite. Fui a un colegio público y, para más señas, de integración, donde jugaba con niños con minusvalías físicas y psicológicas, así como con niños en riesgo de exclusión social. Esto me enseñó a respetar la diferencia y aprender de ella, a compartir lo que yo sí podía hacer por el otro y a dar amor a niños que no eran como yo. Fui a una universidad pública, que me enseñó a trabajar y esforzarme, desde los valores que me dieron mis padres: “sé la mejor, rétate a ti misma”, pero siempre compartiendo con mis compañeros y compañeras, no en competición con ellos. No me sentaba con alguien que me ofreciera un potencial contacto profesional a futuro, me sentaba con la persona que me retaba más intelectualmente. Realicé un master de especialización en recursos humanos, el que me pudieron pagar, y me esforcé por labrarme mi camino. A día de hoy, yo me he formado y busco las mejores escuelas y profesionales, depende de mí conseguirlo y el esfuerzo me merece la pena: YO ELIJO.
Como madre, llevo a mi hija a un colegio concertado que tiene una excelente reputación académica, y lo que valoro es que es feliz. Una de sus mejores amigas es una niña que recibe ayudas sociales y la otra pertenece a una familia de clase acomodada, y se quieren. Valoro que el ideario del colegio está basado en la solidaridad, la responsabilidad y el respeto. Además siempre buscan las fórmulas para potenciar el talento, desde la creatividad, el desarrollo de las relaciones, el compañerismo… Repito, y mi hija es feliz.
Por supuesto que si mi hija decide en un futuro dedicarse a una profesión, la que sea, la apoyaré y buscaré recursos para hacerle más fácil el camino, pero desde la responsabilidad de que se gane lo que tiene, que lo valore y sepa potenciar su talento para también poner sobre la mesa sus propios recursos.
Para los niños es fundamental, por encima de que les desarrollemos académicamente y que sepan muchos idiomas, que tengan una autoestima sana, que sepan afrontar el miedo a enfrentarse a algo nuevo y la frustración de no conseguir lo que quieren siempre, así como aprendan a potenciar todos sus recursos intelectuales para conseguir sus sueños.
Ese es nuestro sueño: GENERAR UNA EDUCACIÓN BASADA EN LA FELICIDAD.
Tiscar Mascaraque
@tiscarmascaraqu