Especialización y trascendencia humana

Inicio / Educacion / Especialización y trascendencia humana

Me resulta chocante lo poco que se parecen las enseñanzas de los grandes maestros de la humanidad (Buda, Jesús, Sócrates, Lao Tzu…) a lo que se enseña en las escuelas y universidades. Los primeros enseñan a vivir y lo segundo nos enseña qué hacer para ganarse uno la vida: “ganar un sueldo”, y ni siquiera para eso da últimamente este conocimiento tan práctico que se nos imparte desde las instituciones públicas y privadas de enseñanza. Colegio, instituto, universidad, másteres, idiomas, cursos de especialización a diestro y siniestro, para que, a pesar de todo ese esfuerzo y tiempo, cada vez cueste más ganarse uno eso para lo que tan exactamente te preparan. E, irónicamente, si después de tanto estudio y almacenamiento de información, le piden a uno que escriba o hable de lo que más le importa (o importa) en la vida, apenas sabe escribir o esgrimir 10 líneas banales—pues no se trata de un examen en el que devuelves sobre el papel lo que te metiste en la cabeza, algo que otro ya había pensado: información que se recicla acríticamente una y otra vez en cada examinando: entra en su cabeza y de ella, casi intacto, sale el día del examen. El pobre no tiene tiempo para pensar, para desarrollar su saber propio, y le urge alcanzar el nivel que le permita arrancar en la vida. Dejémonos de profundidades o de sentidos más allá de lo meramente aparente y mecánico. Yo quiero ser ingeniero en…, médico especializado en…., empresario, tener un máster (o cuatro) en… Después vienen los contratos temporales, efímeros, que no aportan nada, con los que nada se puede construir, y la interminable yincana de cursos y másteres y gastos, que conducen sólo a repetir este círculo cada vez más vicioso y enquistado. Círculo que conduce al estancamiento, ni siquiera a la repetición.

Sé que hay magníficos médicos e ingenieros, etc. Lo sé. Pero son pocos, hoy en día, los que, si se les saca de su especialidad, saben hablar de lo que realmente importa, de lo que no se reduce a un campo especializado, concreto. Sé que un médico que te cura te hace más feliz, pero de ahí a pensar que si no eres médico, ingeniero, etc. no sabes en qué consiste la felicidad ni de qué está hecho eso que da sentido a la vida, hay todo un mundo. Hasta el médico, ingeniero y cualquier ser ultra especializado o preparado ha de salirse de su campo y, desnudo, preguntarse si tiene sentido su vida, la vida, y en qué consiste el ser feliz, y se encontrará que todos sus años de estudio no le aportan nada a las preguntas radicales. Necesita otro saber. Ése es el saber en el que los grandes maestros embarcan a los seres humanos, siendo ellos mismos los primeros que, desnudos y humildes (“sólo sé que no sé nada”, Sócrates), tratan de responder a sus propia preguntas. Las grandes preguntas son universales, las proporciona el universo o Dios. No pertenecen a nadie. El que está despierto las oye, las intenta satisfacer, o por lo menos repartir por el mundo.

Somos la mayoría un colectivo de especializados que poco o nada saben decir sobre lo que verdaderamente importa y da trascendencia (legítima, posible, no mágica) al ser humano. Ser especialista es ser una máquina muy eficaz que desarrolla con exactitud un cometido que puede tener consecuencias positivas (prácticas) en la vida de los seres humanos. Pero la conciencia humana ha de desarrollarse y elevarse a un nivel que supera un conjunto de conocimientos concretos. El ser humano tiene que, y puede, alcanzar conocimientos que atañen a todos y se enraízan en lo que un ser humano en esencia es: con estos conocimientos no te ganas un sueldo, no montas una empresa, no construyes el próximo cohete que llevará al hombre a las estrellas, ni tampoco para encontrar una cura al Alzhéimer, con la falta que hace. Son conocimientos “inservibles”—es decir, no sirven, no son sirvientes, no están en función de algo superior que les rige y que es su objetivo. Son fines en sí. No sirven. El poseerlos, sin otro objetivo, hace que seas más plenamente humano.

El conocimiento especializado no aporta felicidad al que lo posee, ni al mundo. No es ésa su misión. Puede aportar soluciones prácticas. Pero “no sólo de pan vive el hombre” (Jesús).

Hay algo mucho más profundo que aporta sentido y trascendencia al hombre. Quien lo posee es feliz y hace feliz al mundo—hace que el viaje en el cohete que construya tenga otro sentido, no sólo el alcanzar un punto determinado en el espacio exterior.

Antonio Nieto López
Maestro

«Nuestro reto: Enseñar a las personas, tanto jóvenes como adultos, a descubrir y obtener todo su potencial, para así poder encontrar el equilibrio en la vida y, por tanto, su felicidad».
Elena Martínez del Hoyo Vázquez (Creadora de CoEquipo)

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *