Historias de Líderes (De ayer y de hoy)

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En toda época hay colectivos o estamentos en la sociedad que tienen mayor preponderancia que otros, y son ellos no sólo los que dan forma, color y fondo al momento en que les ha tocado en suerte vivir y definir, sino que también ejercen un dominio de carácter léxico y conceptual sobre su entorno social: se apropian de las palabras—las hacen suyas—y como cirujano de poderoso bisturí intervienen en las mismas entrañas de los términos y voces de uso común: remueven y transmutan el ADN conceptual de las unidades fundamentales con las que nos comunicamos (es decir, las palabras) y ya, cuando las volvemos a utilizar, nos descubrimos diciendo otras cosas, o diciendo lo mismo pero de otra forma muy diferente, con un sentido que ya no es exactamente el que ayer le dábamos a esta u otra palabra: esto, en el mejor de los casos, porque es muy posible que el nuevo sentido de la palabra también haya transmutado nuestro no tan sutil sentido de la realidad; y en este caso se da aquello de que “las cosas siempre fueron así”—no nos acordamos de que antes había otras líneas con las que trazar el perfil de esa realidad siempre por definir; se nos ha olvidado cómo lo veíamos todo y entendíamos todo antes, porque el nuevo concepto, o el término re-conceptualizado, se instala como única realidad, como único instrumento con el que expresar y pensar lo que vemos o sentimos. Se puede decir que nuestra realidad está hecha de la materia con la que pensamos aquélla.

Si en otro tiempo fue la Iglesia lo que definía (y hacía) la realidad—cotidiana y transcendente—para el hombre, hoy en día, con no menos poder, son las grandes empresas y multinacionales las que determinan y deciden qué es nuestra realidad local y global y nos ayudan a instalarnos en ella y a contribuir a su mantenimiento. Todos colaboramos en la tarea de hacer que esa realidad sea cada vez mayor y más “real”. Se gesta, consecuentemente, todo un aparato léxico (y lingüístico, en general) para pensar cada vez más a fondo esa realidad y hacerla más real en nuestro pensamiento. Surgen, pues, también, figuras importantes, cruciales, (protagonistas), en ese drama (“teatro” en griego) que es la nueva realidad o paradigma en el que estamos instalados, en el que nos embarcamos, al que damos vida y consistencia en nuestro persistente, incansable y casi inconsciente representar—como el camino de Machado, que no existe a priori, ahí para que tú lo camines, sino que existe en tanto que tú lo vas caminando: se va haciendo, literalmente, a tus pies cada vez que hollas la tierra o pisas la hoja o hiendes un tallo seco o rama.

Surgen, decía, los protagonistas de nuestro drama; surgen: el líder, el visionario, el experto, el gurú, el soñador, el creador, incluso el creador de conceptos, el emprendedor o empresario, el filántropo, el experto o sabio en cuestiones de integridad financiera y moral o de principios (circunscritos místicamente al campo empresarial), el cliente, las entidades y entes financieros (claros y oscuros), el “stress-counselor, personal-trainer y assistant” (llamados así, porque, por lo visto, no hay término en castellano que esté a la altura del imperante término inglés); también el “organizer”, el ejecutivo (el que ejecuta), el “manager”, o simplemente manager, pues “manager” ya es término castellano; surge, también, el “dream-seller and designer”, el “motivational-speaker”, etc. También tienen amplio protagonismo palabras como “principios, visión, imagen, poder”, y, cómo no, la todo-poderosa, que todo lo abarca, global, “sharing”. Cuánto se habla de “compartir” en el mundo de hoy—un “compartir” moderno, circunscrito a la esfera cibernética de compartir “información, imágenes, opiniones, y las mil y una experiencias o situaciones en las que nos encontramos cotidianamente, a las que tanto prestamos atención, como Narcisos prendados de nuestra imagen en el agua y del placer transitorio que nos envuelve”. [“Narciso”: personaje de la mitología griega, que se ahogó intentando asir su propia imagen en el agua, su reflejo en el río, del que se había enamorado.]

Veamos, pues, de cerca a algunos de los multiformes y sin embargo parecidos protagonistas, actores, representantes de este gran drama universal presente que a todos nos incumbe: concretamente la figura del “líder”, y pensando en esta figura, nos vemos obligados a pensar—siempre a fondo, en mi caso—qué es eso de liderar. ¿Qué es ser líder? Y antes de analizar la realidad que anida en ese término, me pregunto si nuestro drama actual, bajo la gran sombra del Ser Empresarial, ente supremo que hoy en día da forma y vida a nuestra realidad, no habrá realizado un secuestro semántico del contenido del término “líder”, haciéndolo definitivamente suyo, y ya líder, liderar no tienen el mismo significado que en otros tiempos tuvieron. Ya quizá liderar no sea lo de encabezar intelectual y moralmente el destino de una nación o pueblo. Ni sea tampoco lo mismo que adalid, caudillo, general, como lo fue el macedonio (el gran Alejandro o Alejandro Magno), que llevó a la Hélade (antigua Grecia) y lo griego (ese grandioso don de los dioses a nuestra cultura) más allá de las fronteras de Grecia, hasta las misma puertas de la India. Quizá lo de ser líder ya no sea aquello que, de forma suprema y divina, encarnó Jesús, ni tampoco sea aquello que encarnó el duro y tan pacífico Gandhi, que con su profundo sentido pacífico, su inamovible y muda postura, derrocó al poderoso imperio británico, privando a éste de la “joya de la corona”, que era la India.

Cuando hoy se habla de líder, ya no se piensa en las figuras de la historia que dieron luz y vida a este término. Hoy en día se hace una clara separación entre los campos del saber, las especialidades, entre esto y lo otro, y el tejido y entramado que todo lo une y contextualiza y le da razón de ser ahora mismo, queda fragmentado en un mosaico de mil piedras inconexas, y se oye entonces como una voz que sube orgullosa de una de esas piedrecitas, “no me vengas con historias”, “eso es historia”, “esto es esto, y aquello, aquello”, etc. etc.

Hoy cuando se habla de líder, se piensa en el que rige los destinos de una empresa o multinacional, o en el que toma las riendas del caballo económico de su entorno, comunidad o nación, y lo hace galopar, cada vez más rápido, hacia un destino que nunca queda perfilado o definido, porque no es un horizonte geográfico, sino que es una línea o umbral resplandeciente que nos define el jinete de ese caballo que galopa a medio reventar. Además, como la realidad física y la virtual pierden, poco a poco, la frontera que las separa, el destino hacia el que nos conduce nuestro decidido y experto jinete, impecablemente vestido y afeitado, de postura perfecta (fruto de una precisa preparación, ya sea suya o de sus preparadores personales, colegios, universidades, y 34 másteres que acreditan y justifican esa postura inmaculada y decidida de hombre que coge el futuro por la solapa, lo doblega, lo hace suyo, o lo inventa)…; como lo físico y lo virtual se vuelven uno, decía, nuestro líder ahora nos puede llevar no ya al futuro, sino a uno entre mil posibles futuros que nuestra poderosa tecnología nos brinda, y cada uno de esos mil futuros encierran otros mil—y el futuro se desdobla en progresión geométrica—¡todo lo que quieras o te imagines, todo eso y más puede ofrecerte el líder de hoy!

El líder de hoy, a diferencia del líder de antaño, ofrece futuro, mientras que el de antes te ayudaba a anclarte en la vida y realidad de ahora: no son pocos los líderes en la Historia que le han enseñado al hombre aquello de “carpe díem”, aprovecha el momento, vive plenamente el ahora, sé todo lo que puedes ser, porque el mañana tiene la forma de quien se forja en ti ahora.

Tampoco eran pocos los que enseñaban al hombre a ser independiente, a creer en sí y depender de sí, y no de otro que les prometía la solución a su vida, en un futuro no definido, más allá seguramente de los límites de la vida del pobre a quien se le promete un magnífico futuro.

Ser líder, a mi modo de ver, no es protagonizar la vida de los demás y ser la encarnación de sus soluciones, sino el ayudarles a ser plenamente y apartarte a tiempo, para que cuando llegue la hora de las medallas y los honores, sean ellos y no tú quienes los recogen.

Antonio Nieto López
Maestro – Profesor de Inglés

 

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