Del Cerebro y la Mente, de sus dos Hemisferios, de lo Posible e Imposible, y de lo Real y lo Absurdo

Inicio / Coequipo / Del Cerebro y la Mente, de sus dos Hemisferios, de lo Posible e Imposible, y de lo Real y lo Absurdo

Como apasionado de la filosofía que soy, siento una gran fascinación por el indomable universo del cerebro y de la mente, o, mejor dicho, esa inquietante e inexplicable unidad que es el “Cerebro-Mente”. ¿Cuál es, por ejemplo, la relación entre las reacciones electro-químicas que se dan entre las neuronas, por medio de sus sinapsis, por una parte, y, por otra, las ideas, los sentimientos, la conciencia: ese saber o fenómeno único en el universo donde reside el conocimiento de uno mismo. Sólo uno mismo tiene ese privilegiado conocimiento: sólo yo me conozco o sé de la forma en que en mí se da ese fenómeno único—mi autoconocimiento, mi saber que yo soy yo, éste que se conoce a sí mismo o que lo intenta, enfrentándose a ese misterio de los misterios que soy yo desde una plataforma privilegiada: yo—el espacio o coso espiritual/intelectual [conciencia] constituido por mí únicamente, excluyente de toda conciencia que no sea la mía propia (puedo tener conciencia de otras conciencias, pero no puedo ser esas conciencias; sólo como conciencia mía me vivo y vivo lo demás… Algo tiene esto que ver con lo de “la vida es sueño”, de Calderón).

En ese mundo que es la mente o nuestra conciencia, se da el cómo funciona ésta: la forma que tiene la mente de ejercerse, de extenderse como conciencia sobre el mundo e incluso (¡gran misterio!) sobre sí misma. En ese despertar y extenderse de la conciencia sobre el mundo, en ese incorporarlo en su seno y darle forma en sus entrañas (en las de la conciencia), se gesta el conocer que tenemos del mundo (del que nosotros mismos somos parte y por tanto parte de lo que se ha de conocer: “Conócete a ti mismo”, aforismo griego inscrito en el pronaos [vestíbulo abierto] del templo de Apolo en Delfos).

Existe, como estado fundamental, la conciencia, y, después, la mente, que es una especie de estructura lógico/emocional [una extraordinaria herramienta] por medio de la cual la conciencia y el mundo entran en diálogo—y, entonces, la conciencia se nos manifiesta como un estado intermedio entre la pura conciencia (secreta, hundida, enterrada, subconsciente, etc.) y el mundo tal y como es—el mundo “en sí”, al que, como Kant bien dijo, no podemos tener acceso, puesto que estamos condenados a estar siempre en el centro de nuestra conciencia, como en una burbuja; nunca podemos salirnos de esa burbuja, ni ver el mundo no mediatizado por esa burbuja que es nuestra mente y conciencia, que, en una palabra, somos nosotros.

…………./………..

Ese magnífico cerebro nuestro (tan poco aprovechado), en el que anida la mente/conciencia—con la cual forma aquél una unidad difícil de definir, pues no se sabe bien si su esencia es su dimensión física (el tejido neuronal) o su dimensión espiritual/intelectual/lógica, desde la cual cobra sentido y realidad, para nosotros, todo—incluso eso que llamamos cerebro, amasijo divino de carne, neuronas, conexiones, conductos, descargas electro-químicas…. Y si ambas dimensiones son su esencia, entonces el “Cerebro-Mente” es algo que existe en un magnífico limbo a medio camino entre lo puramente material (lo mecánico y ciego) y lo incuestionablemente divino, que todo lo comprende, libre de toda atadura física (algo así como el ojo de Dios, o, por lo menos, el tercer ojo que tanta devoción y asombro despertaba entre antiguas culturas de oriente).

……………../……………

Dos hemisferios tiene nuestro cerebro: hecho empírico que nos revela la ciencia. Hemisferio izquierdo y hemisferio derecho. (Yo, si fuera científico, buscaría si no existen el hemisferio superior y el inferior, o si no existen muchos otros, como quien realiza mil cortes transversales, a diferentes ángulos, en, por ejemplo, una naranja: ¡cuántos hemisferios no se conseguirían así!)

Hemisferio izquierdo: la vertiente lógica de la mente, en la que anidan las estructuras matemáticas o el potencial para captar y expresar el mundo de manera lógica (espacio-cuantitativamente), tanto un mundo físico quieto, siempre igual a sí mismo, eterno y bien ordenado, como lo que expresa una ley, que a priori es lo que es antes de que nadie ni nada la piense—y también el mundo que puede ser, de acuerdo con las leyes de la lógica espacial y numérica: es decir, la mente capaz de entender los patrones que existen en la “realidad”, y entonces nacen las secuencias y la capacidad de prever el futuro—por lo menos, el futuro que puede prometer un patrón o ley matemático-física: “Si hasta ahora los objetos ascienden y caen de determinada manera (patrón), es casi seguro que en el futuro los objetos ascenderán y caerán de la misma forma”; [patrón, secuencia, previsión de hechos futuros].

Hemisferio derecho: la vertiente creativa de la mente, la que capta y crea el ritmo, la que concibe el espacio no como una estructura lógico-matemática, sino como un “no-sé-qué”, un “donde” indefinible donde surge, acontece o se da cabida a… (¿los Jardines de Güell, de Gaudí; las pinturas negras, de Goya; la extraña ocurrencia del muchacho Einstein, paseando por los bosques de Toscana, donde delicados y sedosos haces de luz horadaban las sombras y dejaban rastros luminosos y fugaces de sí, como hada o angelito fúlgido que huye juguetonamente por todas partes, la ocurrencia—decía—de qué pasaría si pudiéramos viajar a la velocidad de la luz, sobre un rayo de luz, en la misma punta de éste, pues bien sabido es en física que “no viajarás más rápido que la luz”…? No sé, ¿por qué no “qué preparo para la cena para mi esposa e hija” en ese mágico espacio que es mi cocina—tan mágico como pequeño, pues no me da el dinero para más?)

Después, el cuerpo calloso [Corpus Callosum], el que conecta y hace dialogar a ambos hemisferios—no vaya a ser que cree yo algo que no tiene sentido, ni diga algo muy lógico pero sin imaginación, sin ritmo, sin música, sin azúcar, sin duende.

Yo nací zurdo. Es decir, que en mí impera el lado derecho, el de la imaginación, etc. Pero por aquello de que la izquierda era “siniestra” [la siniestra], mi madre me obligó a ser artificiosamente diestro—para estar, supongo, más cerca de Dios. No sé si accediendo a una lógica en mí que no me es natural, tendré el acceso al cielo más garantizado que si mi madre me hubiera dejado tranquilo con mi potencial para perderme por senderos que nunca existieron ni podrán existir, y por tanto (pues, caramba, tenía razón mi madre, después de todo) no pueden nunca conducir a Dios.

……………./……………

Supongo que tiene razón la ciencia en dividir el cerebro rigurosamente en dos partes, tan antagónicas entre sí—lo lógico versus lo creativo; el mundo como debe ser y el mundo como puede ser. Menos mal que también encuentra la ciencia prueba empírica del cuerpo calloso y entonces tenemos garantizado que las dos partes de nuestro cerebro no entrarán nunca en una batalla en la que sobrevivir supone el aniquilamiento del otro (el “tú o yo”, filosofía muy excitante para las masas y extendida entre ellas). Menos mal, porque el cerebro y la mente sólo como uno pueden ser eficaces (y ser), ya sea cuando impera la lógica, ya cuando lo hace la imaginación, lo puramente posible y hasta lo imposible. Cuando trabaja el uno, el otro observa… Lo malo de la educación oficial universal de los países avanzados es que obligan al cerebro/mente a entrar en conflicto consigo mismo: “Tú, Don Lógico, heredarás el Reino Mental”. El triste heredero disecciona y organiza las piezas de su reino (todas perfectamente recortadas)—pero no sabe muy bien qué las une. Las une y las desune, las organiza y desorganiza, y las obliga otra vez a adoptar un orden. Sin embargo, el niño (pura potencia lógico-creativa) ya ve algo cuando todo yace desorganizado y sin orden. Los posibles desórdenes y todo lo que esos caos encierran son literalmente infinitos. Si a 1 le sumo 1, necesariamente obtengo 2. Pero ¿es imposible que un día sumando 1 a 1 obtenga un tipo de 2 que existe como ser numérico que es o existe en tanto que es la anulación de sí mismo, y en ese extraño caso matemático se da, con una probabilidad de 1 dividido por 10 elevado a “n” que se aproxima a infinito, el que 1+1= un 2 que es la anulación de sí mismo, es decir –2, es decir 0 [1+1=0]?

Esto no sería un pensamiento lógico, mas sí creativo. Y si 1+1 nunca puede producir 0, por lo menos abre las puertas a la posibilidad de dudar de lo indudable y colarnos por la infinita plasticidad de lo real y posible.

 

Antonio Nieto López
Maestro – Profesor de Inglés

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *